Mire señor le voy a decir qué es lo que pasa. Estoy ahí porque quiero, nadie me ha forzado a nada. Con el vacío emocional que vago cada día, con los orificios en el cráneo, con la sangre fluyendo a borbotones, y el dolor enquistado en cada célula. El día transcurre lento mientras yo sigo soñando que en cuanto lo vea, descubriré en sus ojos eso que he estado esperando incesantemente, pero no llega, no existe, yo lo he idealizado, he creído que ahí en su interior hay algo para mí. Y solo hay la nada, para mí la nada. Le pido disculpas de antemano por haber irrumpido en su vida sin ser invitada.
Han pasado días inmensos que han construido años de frío mármol sobre mi alma, esa lápida que yo misma he aceptado cargar sobre mis sentimientos más profundos e intensos. A usted lo veo a diario pero no logro tocarlo, no logro llegar a ese lugar donde se albergan, si es que existen, sus emociones. Lo que pasa es que mire usted, yo lo he visto ser intenso, lo que no entiendo es porqué conmigo no quiere serlo. Supe alguna vez de ciertos amores que sostuvo, vi en sus ojos un brillo que yo, desde entonces, he querido causar en usted y por eso es que yo insisto.
En esta circunstancia no hay culpables, no hay delitos, no hay sino la búsqueda en el lugar equivocado. Lamento mucho turbar esa paz que usted ha logrado encontrar en sus inversiones económicas con mis tonterías sensibleras. Debo admitir que mi necedad ha causado serios conflictos en la seriedad y austeridad de sus emociones, ya que lo distraigo de lo que para usted es importante. Sin embargo, como un virus la euforia por querer encontrar amor me ataca y, usted, sin quererlo, ha sido el blanco de mis amoríos y sueños, la ilusión de mi erotismo inacabado, bueno qué digo inacabado, si ni siquiera lo he probado. Usted es el capricho por el que exhausta sigo viviendo y por el cual a diario le molesto.
Desconozco las razones por las que yo nací con deficiencias en el cerebro para eso del pensamiento práctico; teniendo en cambio, exhuberancias en esto de los sentimientos. Reconozco que estos desequilibrios le han causado a usted serias complicaciones, ya que lo molesto exageradamente por tener un rato de pasión, por lo menos una vez en nuestra vida.
Hoy, es uno de esos días raros en los que despierto sin la venda en los ojos, y me doy cuenta que los orificios sangrantes yo puedo sanarlos, el dolor puedo evitarlo, el vacío emocional yo puedo llenarlo. Es sólo cuestión de desprenderme de este capricho de mi alma e irme a buscar en el mundo otro loco como yo. Ahora lo único que pido es tener esa fuerza para hacerlo y no caer nuevamente en el juego que, creo que a usted le gusta, donde usted simula que todo está bien, y yo me ilusiono de nuevo, y sueño otra vez. Le cuento, que cuando pasa yo miro estrellas en el cielo y abrirse el horizonte como un infinito océano; pero cuando usted decide que se acaba el juego, yo vuelvo a abrirme los orificios y los hago sangrar hasta desfallecer. En mi lucha por la supervivencia es que lo molesto, lo incomodo, lo hago sufrir por mis exageradas pretensiones.
Yo hoy le pido a usted que me ayude a sanar las heridas crónicas no jugando de nuevo a que “aquí no pasó nada”. Piénselo, se evitará mis interminables monólogos donde le suplico y hasta le exijo lo que usted no puede dar. Esta vez sólo le ruego un poco de piedad y misericordia, que no es lo que yo deseaba, pero que a fin de terminar con mis ataques despiadados es necesario apelar a esos degradantes sentimientos para quien los recibe y altruistas para quien los dona.
A fin de no volver a equivocarme, en mi absurda mentalidad enamorada se me ocurre poner un final al juego, con una señal apropiada. Esta noche, cuando lo vea, tendré abiertos los orificios, sangrantes como siempre, y si usted los besa, sabré que me ama, cauterizará mis heridas y renaceré. Pero si usted, llega y, como suele ocurrir, me ignora, haré fluir el rojo líquido hasta desangrarme totalmente y rellenaré de odio los orificios, con esos ojos lo miraré siempre... ya nunca le volveré a molestar... porque mi boca la sellaré con la indiferencia que usted me proporcione y mis cuencas vacías no lo podrán mirar.
Han pasado días inmensos que han construido años de frío mármol sobre mi alma, esa lápida que yo misma he aceptado cargar sobre mis sentimientos más profundos e intensos. A usted lo veo a diario pero no logro tocarlo, no logro llegar a ese lugar donde se albergan, si es que existen, sus emociones. Lo que pasa es que mire usted, yo lo he visto ser intenso, lo que no entiendo es porqué conmigo no quiere serlo. Supe alguna vez de ciertos amores que sostuvo, vi en sus ojos un brillo que yo, desde entonces, he querido causar en usted y por eso es que yo insisto.
En esta circunstancia no hay culpables, no hay delitos, no hay sino la búsqueda en el lugar equivocado. Lamento mucho turbar esa paz que usted ha logrado encontrar en sus inversiones económicas con mis tonterías sensibleras. Debo admitir que mi necedad ha causado serios conflictos en la seriedad y austeridad de sus emociones, ya que lo distraigo de lo que para usted es importante. Sin embargo, como un virus la euforia por querer encontrar amor me ataca y, usted, sin quererlo, ha sido el blanco de mis amoríos y sueños, la ilusión de mi erotismo inacabado, bueno qué digo inacabado, si ni siquiera lo he probado. Usted es el capricho por el que exhausta sigo viviendo y por el cual a diario le molesto.
Desconozco las razones por las que yo nací con deficiencias en el cerebro para eso del pensamiento práctico; teniendo en cambio, exhuberancias en esto de los sentimientos. Reconozco que estos desequilibrios le han causado a usted serias complicaciones, ya que lo molesto exageradamente por tener un rato de pasión, por lo menos una vez en nuestra vida.
Hoy, es uno de esos días raros en los que despierto sin la venda en los ojos, y me doy cuenta que los orificios sangrantes yo puedo sanarlos, el dolor puedo evitarlo, el vacío emocional yo puedo llenarlo. Es sólo cuestión de desprenderme de este capricho de mi alma e irme a buscar en el mundo otro loco como yo. Ahora lo único que pido es tener esa fuerza para hacerlo y no caer nuevamente en el juego que, creo que a usted le gusta, donde usted simula que todo está bien, y yo me ilusiono de nuevo, y sueño otra vez. Le cuento, que cuando pasa yo miro estrellas en el cielo y abrirse el horizonte como un infinito océano; pero cuando usted decide que se acaba el juego, yo vuelvo a abrirme los orificios y los hago sangrar hasta desfallecer. En mi lucha por la supervivencia es que lo molesto, lo incomodo, lo hago sufrir por mis exageradas pretensiones.
Yo hoy le pido a usted que me ayude a sanar las heridas crónicas no jugando de nuevo a que “aquí no pasó nada”. Piénselo, se evitará mis interminables monólogos donde le suplico y hasta le exijo lo que usted no puede dar. Esta vez sólo le ruego un poco de piedad y misericordia, que no es lo que yo deseaba, pero que a fin de terminar con mis ataques despiadados es necesario apelar a esos degradantes sentimientos para quien los recibe y altruistas para quien los dona.
A fin de no volver a equivocarme, en mi absurda mentalidad enamorada se me ocurre poner un final al juego, con una señal apropiada. Esta noche, cuando lo vea, tendré abiertos los orificios, sangrantes como siempre, y si usted los besa, sabré que me ama, cauterizará mis heridas y renaceré. Pero si usted, llega y, como suele ocurrir, me ignora, haré fluir el rojo líquido hasta desangrarme totalmente y rellenaré de odio los orificios, con esos ojos lo miraré siempre... ya nunca le volveré a molestar... porque mi boca la sellaré con la indiferencia que usted me proporcione y mis cuencas vacías no lo podrán mirar.