miércoles, enero 19, 2005

Intemporal

Estaba limpiando la casa cuando una voz dijo algo así como que había agua encharcada en el piso de la sala, escuché la voz cansada sin reconocerla, voltée la cabeza buscando su imagen y me pareció desconocida. Simultáneamente en mi memoria se activó la imagen de un joven a quien yo busqué incansablemente.
De pronto, aparecí en la casa de mi infancia, en el jardín, asomando la cabeza por la reja con la mano levantada diciendo adiós. Y esa voz que me avisaba del agua, era más jovial, podría decir entusiasmada, diciendo hasta mañana. La campana que hacía las veces de timbre estaba en el mismo lugar, esperando a ser tañida por el único visitante vespertino y eso sería hasta el siguiente día. Yo tengo entonces quince años, él dieciocho.
Prosigo con mis quehaceres, guardo la escoba y el trapeador, la voz reverbera en mi cerebro por un instante en el que pienso, ¿y tú quién eres y yo qué hago limpiando y compartiendo la casa contigo? Me miro las manos, las pecas de los años han empezado a aparecer, seguramente no tengo quince, ni sus canas son de dieciocho. Y me sigo preguntando, qué ha pasado en estos años, encharcados como el agua, qué sucedió desde aquel entonces que yo, hoy, aquí, no sé que hago.
Tal vez lo sigo buscando, tal vez lo encontré y lo perdí, tal vez estoy imaginando lo que sucederá dentro de algunos muchos años y sigo parada ahí, en la reja, diciendo adiós con la mano.

1 comentario:

  1. Bonito texto. Los constantes sobresaltos de la mente, sus recuerdos, sus anhelos, la mezcla de los tiempos. El detener el tiempo y jugar con él. ¿O es él quien juega con nosotros?

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