viernes, diciembre 17, 2004

El bazar de las vanidades o ¿navidades?


Estamos ya en tiempos navideños. Pasan por mis ojos diversas escenas que me confunden aun más acerca del significado de la navidad. Hace tiempo, desde que dejé de creer en Santa, me interrogo sobre qué es lo que realmente festejamos de manera tan material y agotadora. Porque, para los cristianos, es una fiesta del espíritu que no concuerda con el derroche del bolsillo.
Ahora, por la temporada, están de moda los bazares, lugares donde se puede comprar y vender de todo lo imaginable.
Pese a mi resistencia a asistir a uno de ellos, la casualidad llevó el bazar al lugar donde asisto a hacer ejercicio. Aquello me pareció una escena sacada de la Biblia, los vendedores como si fueran una plaga de langostas invadiendo el espacio que me rentan para una actividad específica. Más bien dicho, vendedoras, porque en su totalidad eran mujeres, todas ellas pertencientes a la clase media alta, con un nivel cultural indefinido, amas de casa con hijitos güeritos y bronceados, que viajan en camioneta con calcomanía representativa de la familia.
Mientras sudaba la gota gorda, observé la enorme cantidad de artículos imitación que ahí estaban expuestos; pensé en sus vidas, imitación también, según mis conclusiones; puesto que lo que llevas es simbólico de lo que eres.
Me dio comezón pensar en sus estilos de vida estereotipados, ajustados a las herencias de tradiciones; notorias desde el logotipo de "Chanel" en la bolsa de la señora de la casa hasta en el que llevan los niños en la camiseta del uniforme. La intención, que salta a la vista, es hacer notar su presencia en el mundo de las vanidades, circunscrita a las calles de su colonia de personas bien.
Y esto me llevó a reflexionar en qué sucede con los seres humanos que nos lleva a buscar la identidad en colectivo olvidando nuestra esencia individual. Haciendo imitación de las conductas de otros en vez de vivir a nuestro propio aire, estilo y regalada gana. Comprando el modelo imitación del que usó la princesa de tal o cual lugar, para conseguir el mismo estatus de ella, ¿acaso su vida interior será envidiable y podremos conseguirla con el logotipo de una marca?; ¿la cultura será transferible a través del anillo mágico de Tous?; ¿la espiritualidad se compra a través de internet en todos los bancos, materializada en medalla plateada con la imagen de la Guadalupana?.
Y eso no es todo, hay imitadoras de las imitadoras. ¿Dónde queda entonces el ser humano único e irrepetible que somos? ¿Por qué desdeñamos ese precioso regalo que tenemos de la naturaleza?
Así es pues como acostumbramos festejar la navidad dando sendos regalos a empresarios y banqueros, con una hermosa tarjeta con paisaje invernal que rece así "Gloria en las alturas a Dios, y en la tierra paz ; buena voluntad para con los bancos."
Mientras tanto comamos pavo en la casa de los Sánchez-Juárez (apellido compuesto es igual a símbolo de estatus social), que están estrenando camioneta tipo Land Rover, tipo dije, que no es lo mismo que el original, y dejémonos llevar por el espíritu de la navidad.
Traje el tema a colación porque ese mismo día un poco antes de que el bazar me visitara, estuve platicando con un buen amigo, le comenté acerca de la retracción de mi alma hacia el interior, arguyendo que vienen vacaciones y creo que no es momento para dejar abiertos envoltorios del alma, a la intemperie y menos en temporada navideña. Y él me contestó: Te escarba el alma y tu memoria hasta sangrar, ¿no?
¡Viva la diferencia! Que cada quien elija cómo quiere que la navidad le hechice.

Observante

Obsesiva la mirada la agudeza del oído la mucosa que percibe y el silencio de mis labios todo esto me describe, ...